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BF


Me tengo dicho desde hace mucho tiempo eso de que no hay que confiar en nadie. O quizás mi madre me lo dice desde siempre y yo lo he tomado como algo mío. Aunque tanto si fue cosa mía como de ella, lo cierto es que la práctica no hace si no confirmar la teoría día tras día. Las personas son falsas, hipócritas, materialistas, cobardes y egoístas.
En mi castillo personal yo me siento diferente. Debo reconocer que a pesar de tener mi muralla protectora muy bien alicatada, a veces me da por ponerme de puntillas y asomarme al exterior. He llegado a ver cosas que me han hecho preguntarme si acaso estaba en un error e incluso he envidiado lo que veía, pero volvía a esconderme tras mis paredes pensando que todo eso sólo era un espejismo pasajero. Hasta ahora siempre, siempre y (perdón por repetirme) siempre, he tenido razón. Pero también es hora de reconocer que cada vez que me doy cuenta de estar en lo cierto, también me doy cuenta de que albergo un mínimo de esperanza por no estarlo.

Son muchos los que insisten en que si no derribas el muro, no tendrás la oportunidad de ver que sí hay gente buena allí fuera. Que existen parejas que no se engañan, amigos que no se critican a la espalda, empresarios que fijan lo humano sobre lo material, jefes que ayudan en lugar de aplastar... Quizás, en el fondo, continúo con esa esperanza de asomarme y ver que es verdad, quizás sólo estoy esperando que alguien me demuestre que he vivido equivocada.

Una vez reconocido todo esto, aunque no aceptado, me surge la mayor de las dudas. Es tal la incertidumbre que me acaba creando miedo porque ¿y si...? pudiese ser que... imaginad por un segundo... ¿y si salgo y descubro que yo soy como todos ellos? Entonces, ya no me quedará ni la esperanza.

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