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Junio negro

Junio ha sido un mes nefasto. Si somos sinceros, este 2015 en general está siendo un año bastante de mierda pero junio se lleva la palma hasta ahora. Y sí, aún queda medio año y soy consciente de ello, tan consciente como de que ya ha pasado el otro medio.

¿Y por qué me quejo? Básicamente porque puedo, no porque deba, ya que sé perfectamente que la culpa ha sido mía. Y sí, tal cual, culpa. No hay otra manera de llamar al hecho de haber tenido cinco meses para preparar dos proyectos de final de carrera y no haber hecho ni la mitad. Podría echar la culpa al trabajo pero claro, no tenía. Podría echar la culpa a los cursos que estaba haciendo pero creo que tampoco funcionaría porque no hacía ninguno. Terminé las prácticas en febrero y todo lo que ocupaba mi tiempo era la nada. En abril empecé a pensar en ello, a cuidar niños por las tardes y de repente en mayo me agobié. ¡Ay mayo, menudo mesecito! Durante sus semanas conseguí completar casi 50 páginas de uno de los trabajos y empecé a pensar que podría lograrlo, después de todo siempre lo he hecho así: todo al último momento y con el triple de esfuerzo que requiera la tarea en cuestión. Veintitrés años para veinticuatro y no aprendo, pero mi incompetencia no es el tema aquí.

En mayo llegaron las llamadas. Dos llamadas en concreto. La primera llegó un jueves a primera hora, proponiéndome ir de cooperante a El Salvador durante seis meses antes del 1 de julio. La segunda llegó el lunes siguiente, la compañía más importante para mí en este mundo (a estas alturas ya deberíais saber cuál es) me llamaba ofreciéndome una beca de un año ¡me pagaban y todo! No sabía si reír o llorar porque me había tirado meses sin nada que hacer, sin objetivos claros y sin ganas tampoco… y en menos de una semana dos proyectos a cada cual mejor me estaban llamando, literalmente.

Os ahorraré el tiempo de indecisión mientras hacía entrevistas para unos y reuniones para otros e iré al gran día. El día en que me escribieron de la Cooperación para decirme que si yo renunciaba, tenían otra chica que iría en mi lugar. Yo hasta entonces pensaba “si no me sale una cosa, tengo otra”, pero a partir de ese momento empecé a pensar en lo egoísta que era guardarme las dos oportunidades para mí y negar una a otra persona. Ser buena gente es una mierda, ya os lo digo yo. Y sí, lo digo porque renuncié a la beca. Me fui a la universidad y firmé una carta de renuncia la mañana del día que me llamaron por la tarde del otro lado para decirme que no daba el perfil que buscaban ¿Conclusión? Ni lo uno ni lo otro.

¿Qué me quedaba entonces? ¿Nada? ¡Pues no! Porque como persona previsora que soy (porque lo soy) había aceptado un trabajo en una bolera para los fines de semana. Así que aunque estaba en la mierda (porque lo estaba) decidí centrarme en que tenía un trabajo, un sueldo al mes, el verano resuelto, podría centrarme en los proyectos de la universidad – cuya entrega decidí retrasar debido a la posibilidad de irme fuera seis meses – y además era libre de irme de vacaciones con mi familia y con mis amigos.

Mi tercer viernes en la bolera llevaba cuatro horas allí cuando me llamaron al despacho. Pensé que era para firmar el contrato, pero lo que me esperaba en la mesa era el finiquito. Me dijeron que “no encajo”. Es OBVIO no encajar en un trabajo que has hecho durante tres años anteriormente en un lugar donde compañeros, encargados y clientes estaban encantados contigo y tú con ellos (y con tu contrato indefinido). Así que en vez de lloriquear o quejarme, cogí mi dinero en efectivo, firme el contrato y el finiquito juntos y salí de allí. En la puerta llamé a mi madre para decirle:

- Mamá, tengo una mala una noticia y una buena.
- La mala primero.
- Me han echado.
- ¿Y eso?
- Es que dicen que no encajo.
- ¿Entonces la buena?
- Que me voy de vacaciones con vosotros.

Y eso hice, me he venido dos semanas a la playa con mis padres, hermanos, tíos y primas a no hacer nada. Vamos, como lo que hacía antes pero sin sentirme mal. Sol, arena, mar, piscina, cremitas, cartas, libros, helados, escribir mierdas como ésta, Harvey Specter…



¿Y cuándo vuelva? Me voy a Galicia de festival con mis amigas ¿Y después? De casa rural con mis amigos ¿Y luego qué? Pues mira, no lo sé, pero algo vendrá. Porque si creyese en algún dios podría agradecerle que no me quejo de salud, ni de familia ni de no poder tener otras alternativas. Y sí, me cabreo y pienso que todo es una mierda y que yo soy una inútil perdida (que no lo soy) y necesito explotar como cualquier persona porque he pasado un mes asqueroso, SÍ. Pero también me siento a pensar, y creedme que aquí tengo mucho tiempo – demasiado – para pensar,  aprender a sacar el lado positivo, dejar atrás la mierda, agradecer lo que sea que tengo y seguir. Creo que lo más importante es simplemente seguir. Porque si en un mes mi vida ha cambiado de vivir fuera a tener un trabajo a tener dos y a no tener nada ¿qué no pasará en un verano entero?

Aún queda medio 2015 de mierda, no pienso rendirme ya.


Pd: En junio también se me murieron el móvil y el ordenador, pero quejarme de eso ya me parecía abusar. De nada.

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