Páginas

Cosas que nunca te dije

                                                                    Christopher Clark

Joder, siete minutos hasta que llegue el Metro. Bueno, venga va, así me da tiempo a pensar bien lo que voy a decir, pero voy a esperar de pie que ya he estado toda la noche sentada en el curro. No me noto nerviosa, eso está bien porque tengo que controlar la voz cuando empiece a hablar. Espero que me esté esperando cuando llegue porque si encima tengo que hacer tiempo va a ser peor. Esta canción ha sonado dos veces ya, maldito Spotify. Sí, mucho mejor que me vea él venir y ya se huela que pasa algo a tener que quedarme ahí sonriendo falsamente mientras se acerca. Venga, cuatro minutos más… debería poner un tweet quejándome de lo lentos que son estos trenes. Cuando tenga cobertura lo hago, aunque no sirva de nada pero yo qué sé. Y ya aprovecho y escribo a mamá para que sepa que llego a comer, espero que no le moleste que le avise tan tarde… qué va, no creo, suele dejarlo todo preparado por si acaso. Pero bueno, a lo importante, que cuando le vea tiene que notar que pasa algo ya desde el principio para evitar la conversación incómoda de “¿Qué tal? ¿Cómo estás?” Porque es que no te importa cómo está, Estela, no te importa ni un poco. Y si te importa, lo disimulas y ya está.

De todas formas, esto de trabajar en el turno de noche me está trastocando la vida. Aquí estoy, sin dormir, yendo en dirección contraria a mi casa para encontrarme con un tipo al que no me apetece ni ver. Pero bueno, tengo que quitarme de encima el asunto porque se está alargando demasiado, quedar juntos estos últimos meses ha estado gracioso pero ya, suficiente. No hace más que mandar mensajes todo el día, el tío pesado, y encima se me enfada el sábado por no querer quedar ¿quién se ha creído que es? De todas formas, la reproducción aleatoria no me está ayudando nada tampoco porque vaya canciones más sosas, yo necesito motivación.

Por fin llega el tren, madre mía. Me quedo aquí en el último vagón que así me deja al lado de las escaleras, ahora sí que me voy a sentar que son muchas paradas y a estas horas esto está medio vacío. El caso es que cuando llegue le voy a decir de ir al bar este que fuimos la otra vez que se desayuna barato. Dios, qué hambre tengo ahora que lo pienso. Con suerte nos sentamos en una de las mesas junto a la ventana y así no tengo que mirarle mucho a la cara. Bueno, si se pone a llorar tengo que pararle porque a ver si voy a empezar yo y menudo plan. Siempre he sido muy empática y estoy muy orgullosa de ello pero en momentos como éste no es tan divertido, tengo que aprender a controlarlo mejor... el jueves le pido a la psicóloga algunas técnicas. Aunque que él llore o no depende un poco de cómo le diga las cosas, que a mí a veces me pierden las formas. Lo importante es ser clara y directa, porque ninguno se merece estar ahí dándole más vueltas de lo necesario a las cosas. Eso sí, espero que mamá haya hecho algo rico de comer porque a las horas a las que llego… Me estoy poniendo nerviosa y seguro que me van a sudar las manos cuando llegue, pero eso no creo que lo note.

Sí que se ha llenado el vagón ahora, sí. El tipo de enfrente se ha quedado mirándome, qué cara de imbécil tiene. Venga Estela, que se te va la cabeza a las nubes. Aunque bueno, si es que el discurso que he preparado no va a salir luego ni de broma porque voy a querer soltarlo todo a la vez y me voy a trabar ¡con lo bonito que queda todo en mi cabeza! Pero la actitud es casi más importante que lo que diga, sobre todo cuando quiera dar por acabada la conversación. Tengo que dejar el dinero en la mesa por si acaso no ha dado tiempo a pedir la cuenta, levantarme e irme porque sería un poco raro después de todo quedarnos ahí en silencio evitando mirarnos mientras esperamos que el camarero traiga el datáfono. A ver si me voy a pasar la parada, ¿ésta cuál es? Ah vale, quedan cuatro más. Mira aquí ya empieza a coger cobertura, voy a escribir a mi señora madre. Iba a hacer otra cosa también en el teléfono pero ya no me acuerdo. No sería importante. 

El idiota de enfrente se baja aquí, menos mal porque me estaba ya tocando la moral. Mírale y se da la vuelta a mirarme por el cristal. Lo mato. No tengo el día yo para tonterías. Ahora ya sí que estoy nerviosa del todo, mierda; me bajo en la siguiente. Bueno, que sea lo que tenga que ser y se acabó. Como hemos dicho, ir al grano y no dejarse llevar por las emociones que al final la cagamos. Qué hambre, macho, menos mal que ya estoy aquí. A ver, señora, ¿se aparta que quiero salir? Voy a coger las escaleras mecánicas que así me aseguro de llegar tarde. Anda mira, me ha escrito, que ya está esperándome arriba. Pues nada, al lío, pero paso de subir andando que estoy cansada. Total, que espere un par de minutos más, que disfrute el poco tiempo de ignorante felicidad que le queda. Madre mía, qué mala soy a veces, menos mal que nadie sabe lo que pienso.

1 comentarios: